7 de diciembre de 1941, eran las 07:48 a.m. en Hawái cuando comenzó el atroz bombardeo que acabó con la vida de 2403 hombres. Este ataque provocó la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial, pero ¿Cuánto hay de cierto en la versión oficial? ¿Hasta qué punto se manipuló la información por parte de los servicios de inteligencia del ejército norteamericano? ¿Se pudo haber evitado el desastre?
Los libros de historia nos enseñan que EEUU declaró la guerra a Japón tras el ataque sufrido en la base de Pearl Harbor, alineándose con los aliados frente a los ejércitos del Eje. Hasta entonces, la potencia americana se había mantenido al margen de lo que ocurría a la expectativa.
Situémonos en el contexto histórico global. La II Guerra Mundial comenzó en 1939, un conflicto que afectó a la mayoría de países del planeta. Solamente ocho países se mantuvieron neutrales durante todo el desarrollo de la guerra, mientras que el resto se fue posicionando y entrando en ella en función de sus políticas e intereses.
Japón se alineó rápidamente con las fuerzas del eje en 1940 y aprovechó la situación que se creaba para continuar expandiéndose por el territorio asiático, en el que estaba en guerra con China desde 1937, momento en que Japón invade al gigante asiático para aumentar la tensión con EEUU.
Por su parte, EEUU se encontraba en una crisis económica que no conseguía superar. El New Deal no había dado el resultado esperado para la política económica de Roosevelt, y Estados Unidos era consciente de que la entrada en el conflicto armado podía ser la solución a sus problemas financieros. Pese a esto, los ciudadanos americanos se posicionaron en contra de la entrada en batalla de EEUU y no les quedó más remedio que mantenerse al margen, de momento.
Roosevelt buscó la manera de entrar en el conflicto y se dedicó a provocar a las potencias enemigas, dificultando la llegada de productos necesarios para su subsistencia a Japón, o enviando destructores a Gran Bretaña mediante la ley de préstamo y arriendo. Todo esto desembocó finalmente en el ataque a Pearl Harbor, que para Japón significaba seguir su expansión territorial y asestar un golpe doloroso a EEUU, permitiendo despejar una ruta esencial para los intereses nipones.
EEUU estaba en ese momento a la espera de un ataque nipón y sabían sobradamente lo rentable que podía ser para ellos mismos el sufrir un ataque de semejante calibre para manipular las voluntades del pueblo americano. No era lo mismo tratar de vender a los japoneses como los malos del conflicto, que venderlos como los diablos que habían atacado al ejército de EEUU mientras se encontraba “neutral” en el conflicto.
La imagen de los destructores destruidos fue la propaganda que necesitaba Roosevelt, que al día siguiente declaró la guerra a Japón y se metió de lleno en el conflicto. Con una votación en la que sólo una persona se opuso a la entrada en la guerra, EEUU comenzó a reclutar hombres para participar en la misma. Las duras imágenes que llegaban aumentaron el número de personas enroladas y comenzaron el envío de tropas a Europa y el pacífico.
Esta es la versión oficial resumida, pero ¿Qué hay de cierto en ella? Sabemos hoy día que los servicios de inteligencia naval eran conscientes de que iban a sufrir un ataque, y sabemos que Roosevelt necesitaba que el daño fuese el mayor posible para poder usarlo en su favor frente a la población reacia a la guerra.
¿Hasta qué punto se manipuló la información obtenida? Sabemos que EEUU había conseguido resolver el código usado por los japoneses en sus comunicaciones y que conocían sus planes hasta el más ínfimo detalle. Prueba de ello es que los objetivos prioritarios de los japoneses eran, no los destructores o acorazados, sino los portaaviones del ejército norteamericano, y qué con diversas excusas, todos se encontraban, casualmente, fuera de Pearl Harbor durante el ataque.
Era imposible que los aviones japoneses llegasen hasta la zona en que se encontraba descansando la marina americana sin que nadie se percatase. Llegaron varios avisos de diversos barcos que los veían surcar los cielos, fueron detectados por los radares de los mismos norteamericanos, pero pese a todo, se les dejó pasar y no se dio aviso en ningún momento. ¿Cómo es esto posible?
EEUU no podía dar la voz de alarma por dos sencillos motivos. En primer lugar, avisar de qué un ejército enemigo se acercaba y comenzar a poner las defensas en marcha hubiera supuesto que los japoneses descubriesen que sus vías de comunicación estaban siendo leídas por el enemigo, lo que significaría perder el factor sorpresa.
En segundo lugar, y como ya se ha dicho, EEUU necesitaba una gran excusa para entrar en la guerra. La pérdida de un barco, como ocurrió con el US Maine en la guerra entre España y Estados Unidos, no serviría de pretexto suficiente para que se aprobase la declaración de guerra que proponía Roosevelt. Por eso era necesario sufrir un duro golpe con miles de bajas, aunque a nivel material, sólo se perdió chatarra.
¿Logró Japón entonces su objetivo? Sí y no. Evidentemente Japón hundió parte de la flota de Estados Unidos, pero el objetivo prioritario, los portaaviones, se encontraban fuera de la zona del ataque por lo que ninguno sufrió grandes pérdidas.
En la película Pearl Harbor, se puede observar una escena en la que el almirante pregunta cuantos portaaviones norteamericanos han hundido durante el ataque, a lo que le responden que ninguno, y contesta con talante serio «Hemos perdido la guerra».
Se conserva una grabación de Isoroku Yamamoto, almirante japonés: «Puedo moverme a mis anchas durante seis meses... después de eso no albergo esperanzas de tener éxito».
Sabiendo esto, llegamos a la inevitable conclusión de que verdaderamente, EEUU pudo evitar el desastre de Pearl Harbor, pero prefirió las bajas humanas para entrar en conflicto y así mejorar su maltrecha economía. Y es que, como decimos, una imagen miente más que mil palabras.
"Casualmente", los principales portaaviones se encontraban haciendo maniobras fuera del puerto...