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El gato: un miembro más de la familia

Por todos es conocido el amor y respeto que sentían los egipcios por los gatos, tanto es así que eran tenidos como mascotas y como seres reverenciados en los templos dedicados a la figura de la diosa Bastet cuya ciudad principal era Bubastis. El culto a este animal apareció muy pronto, en torno al 3.000 a.C. en la zona del Delta y era llamado Miu en caso de ser macho y Mit en caso de ser hembra.


En el festival de Bastet los sacerdotes elegían a un felino al que engalanaban y adoraban como la reencarnación de la diosa, y se realizaba una procesión en su honor por el río, llevando una imagen de la diosa en la barca y cantando alabanzas en su honor para evitar que se convirtiese en la leona. Al llegar a tierra comenzaban una serie de ceremonias orgiásticas en honor a la diosa. Según Heródoto era el festival más espectacular de Egipto y era conocido como “la fiesta de la borrachera”.


Tal era la devoción que profesaban los egipcios a esta deidad que según nos cuenta Heródoto, si en un hogar fallecía un gato de muerte natural, los habitantes de la casa se afeitaban las cejas en señal de duelo y el gato era momificado y enterrado. En muchas ocasiones los difuntos hacían representar en sus estelas a sus animales domésticos, situándose entre las piernas aquel que era considerado como el favorito del difunto, teniendo un lugar preferente junto al fallecido.


La momificación de los animales era parecida a la de los hombres. Se extraían los órganos, se lavaba al animal y se secaba con lino, para posteriormente introducirlo en natrón. Después de la desecación, proceso que duraba dependiendo del animal entre quince y cincuenta días, se extraía para ser limpiado. Se cubría su cuerpo con resina y aceite y era envuelto en telas para ser introducido finalmente en un ataúd o enterrado directamente.


Si era un animal doméstico podía ser enterrado junto a su dueño, siendo conocidos varios ejemplos de animales que descansaron con sus familiares dentro de su sarcófago. Por otro lado, podemos encontrar momias de gatos utilizadas como ofrendas en los templos. Se trataba de animales salvajes o criados dentro de los templos cuya única función consistía en ser sacrificados para ser ofrendados a los dioses.

Pese a que matar a estos animales estaba castigado con penas que podían llegar a la muerte, son muchísimos los gatos que eran sacrificados para rituales o cazados por los peregrinos que se dirigían a Bubastis a rendir culto y los llevaban como presentes. La mayoría de estos animales morían bastante jóvenes por este motivo y es que, para los templos, esto era un negocio muy rentable del que, evidentemente, no pensaban prescindir.


Se dice también, por ejemplo, que en el año 525 a.C. el persa Cambises II atacó la ciudad de Pelusium haciendo que sus hombres pintasen a la diosa Bastet en sus escudos para que los egipcios no se atreviesen a atacarles para no dañar la imagen de la divinidad, llegando después de derrotar al ejército, a arrojar gatos contra las murallas de la ciudad para desmoralizar a los habitantes, que acabaron por huir hacia Menfis.



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