Contexto histórico previo a la llegada al poder de Seti I.
Con la finalización del periodo de Amarna, un periodo que, pese a su breve estancia, fue tan importante para la historia de Egipto, nos encontramos con una situación política radicalmente diferente con la llegada al trono de Tutankhaton. El joven faraón gobernó el país durante un breve periodo de tiempo de apenas nueve años, pese a lo cual y contra todo pronóstico, el culto monoteísta al dios Atón desapareció para volver a instaurarse nuevamente el politeísmo.
Pese a que Akhenaton instauró el culto a Atón, siendo esta la religión oficial para el Estado y la élite del país, es posible que el pueblo siguiera adorando a sus antiguos dioses. Hay que tener en cuenta que para el propósito que quería llevar a cabo el faraón, el tiempo de asimilación por parte de la población debía ser vital, lenta pero inexorablemente.
Ejemplo de esto es la figura del dios Osiris, el dios del culto funerario que fue prohibido durante el mandato del faraón Akhenaton. Comparado con la época de Amarna en la que su papel casi desaparece, siempre teniendo en cuenta que nos referimos a las élites, tras este periodo recupera su esplendor y todo el culto funerario irá unido a su figura. Pese a esto, es probable que para el pueblo este dios siguiese teniendo el mismo papel, aunque tal vez un poco más reforzado al finalizar la época amarniense.
Tal vez si Tutankhamon, que recordemos era sólo un niño tutelado cuando llega al poder, hubiese sido presionado por determinados cleros, la religión oficial podría haberse visto reforzada con el paso del tiempo. En este caso, se vio influenciado por el clero de Amón, posiblemente el más damnificado durante el periodo de Amarna, que había pasado de clero principal a secundario en un abrir y cerrar de ojos.
La política religiosa jugó un papel fundamental en esta época, y ni que decir tiene, que las intrigas palaciegas se vieron motivadas desde los templos, en constante lucha por el control y el poder. Prueba de ello es que, tras la muerte del faraón hereje, y su inmediato sucesor Neferneferuaton, personaje que de por si necesitaría un capítulo entero para desentrañar su identidad, el joven faraón reinstaura el clero de Amón tras su primer año de gobierno.
Estatua del faraón Tutankhamon.
Nombrado ya Tutankhamon “la imagen viva de Amón”, el faraón traslada la capital del reino nuevamente a Menfis, la sede tradicional del gobierno. Se supone que esto tiene lugar gracias a la intervención del comandante del ejército Horemheb, más adelante convertido en faraón, quien aconsejó al joven la idoneidad de trasladarse a una zona más segura tras haber salido mal el experimento de Amarna. De ello se jacta el mismo Horemheb en su “Texto de Coronación” hallada en la espalda de una escultura, actualmente en el museo egipcio de Turín.
Tras esto, el tesorero real del faraón, Maya, se encargó de la administración de los templos desde el Delta del Nilo para cobrar los impuestos que hasta entonces iban desviados a los templos del culto de Atón. Además, puso en marcha la abolición y destrucción de los templos y lugares sagrados de Amarna. Fue también el encargado del traslado de los restos mortales de Akhenaton a una tumba sin decoración en el Valle de los Reyes, supuestamente la KV55.
Tras el fallecimiento de Tutankhamon, en torno a su décimo año de mandato y posiblemente en guerra contra Supiluliuma, es Ay, un importante consejero de la corte quien accede al trono. Pese a los intentos de Ankhesenemon, la viuda de Tutankhamon, por firmar una paz con los hititas, el asesinato del príncipe Zannanza mientras se dirigía a Egipto caldeó aún más los ánimos. Tras el breve reinado de tres años de Ay, llegó al poder el faraón Horemheb.
La máscara de Tutankhamon.
Horemheb dedicó su reinado a la construcción de la sala hipóstila de Karnak, la destrucción paulatina de Amarna, aun habitada en su reinado, y a continuar la lucha con los hititas en torno a la ciudad de Qadesh, con infructuoso resultado y firmando un tratado de paz con estos. El Gran Edicto es una de las fuentes más utilizadas para conocer su reinado. En este tratado nos habla de edictos y leyes que aplicó para el bienestar de la sociedad.
Hay que tener en cuenta que el faraón Horemheb no poseía sangre real, cosa que él mismo reafirmaba. Por eso en su “Texto de Coronación” se reafirmó en la idea de que, si bien no poseía lazos de sangre con el dios Amón, había sido elegido por Horus para gobernar el País de las Dos Tierras. Pese a que no hay una cronología clara de la vida de Horemheb y los últimos datos de su reinado están fechados en torno al año 13, parece ser que vivió casi el doble.
Tras su muerte, había elegido como su sucesor a uno de sus consejeros y militar, Paramessu, que accedió al trono con el nombre de Ramsés I. Con su llegada al poder se inicia la dinastía XIX, que junto a la XX serían conocidas como el Periodo Ramésida, que mantuvieron el control sobre la tierra de Egipto un total de 226 años. Aunque hay estudios que demuestran que los mismos Ramésidas contaban a Horemheb como uno de los suyos y por lo tanto fundador de la dinastía, también estos se ven reforzados por la lista Real de Seti que borra de la cronología a los faraones del periodo de Amarna.
El reinado de Ramsés I fue muy breve, apenas un año, pues accedió al trono siendo ya muy anciano, y le sustituyó su hijo Seti. Cuando su padre alcanzó el poder, Seti ya ocupaba un lugar eminente en el ejército egipcio y ostentaba además diversos títulos sacerdotales como era el de Gran Sacerdote de Seth en Sile, siendo además visir del faraón. Con todos estos títulos en sus manos, y el poder que acarreaban, no era extraño que, tras el fallecimiento de Ramsés, Seti se hiciera con el poder de inmediato.
Vida de Seti I.
Poca información poseemos sobre los primeros años de vida de Seti I, pero pese a esto podemos hacernos una idea general de cómo fue escalando posiciones hasta alcanzar el poder. Hay que tener en cuenta que muy posiblemente Seti I naciese durante el mandato de Ay u Horemheb, pues su fecha de nacimiento está en torno al 1323 a.C. en la ciudad de Avaris, en el Delta del Nilo.
Sabemos que ingresó en el ejército y fue ascendiendo hasta acabar como comandante de la fortaleza de Sile, situada en el camino que unía el Delta del Nilo con Siria y Palestina, como lo había sido anteriormente su padre. Según textos de la época de Horemheb, este dio títulos sacerdotales a varios cargos militares, así como a los generales retirados, por lo que no parece descabellado que Seti tuviese ya una edad avanzada cuando accedió al trono.
Cartucho de Seti I.
Entre otros títulos, poseía el de Gran Sacerdote de Seth, cosa que no es extraña, puesto que era el dios local de Avaris y recientemente se ha descubierto que los Ramésidas se sentían familiares regios del dios Seth gracias a un obelisco localizado en Alejandría en el que Seti I aparece representado como una esfinge con cabeza de animal sethiano.
También sabemos que tras la muerte de Horemheb, Seti ocupó el lugar de Visir en la corte, sustituyendo a su padre que se proclamó faraón. Prácticamente siguió los pasos de su padre tanto en la vida militar como en la vida administrativa.
Una vez fallece Ramsés I y Seti ocupa su lugar, lleva a cabo la mayor restauración de templos hasta el momento. Si anteriormente decíamos que Tutankhamon y Horemheb habían dado los primeros pasos en este sentido para reinstaurar los poderes del clero de Amón, y sustituir a Atón, fue Seti I quien más empeño puso en esta tarea. No sólo se encargó de levantar nuevos templos, sino que amplió los principales templos de las grandes ciudades.
Seti continuó la construcción de la sala Hipóstila del templo de Karnak comenzada por Horemheb, en honor a Amón-Ra y continuada brevemente por su padre. La sala hipóstila fue sin duda alguna uno de los mayores espectáculos arquitectónicos de su época. Las medidas de esta sala eran las siguientes: 102 metros de ancho por 53 metros de profundidad. Unido a las 134 columnas que componían la sala, la visión en su conjunto debía ser impactante para sus visitantes.
Por si esto no fuera poco, Seti encargó la construcción de un nuevo templo en Abidos, el templo funerario de Seti I, con una novedosa planificación de su planta en forma de L. Siete santuarios se levantaron en el interior de este templo acogiendo cada uno destinados a las diferentes deidades del panteón egipcio: la sagrada familia (Osiris, Isis y Horus); los dioses solares Amón-Ra y Ra-Horatjy; Path, el dios de la ciudad de Menfis; y por último la capilla del propio Seti. Además, hizo levantar una serie de capillas laterales para los dioses funerarios de la ciudad de Menfis.
Seti I entrega una ofrenda al dios Osiris, Templo de Seti I en Abydos.
En el recorrido de uno de los pasillos que partían desde una de las dos salas hipóstilas de este templo, podemos observar al joven príncipe Ramsés leyendo los nombres de los sesenta y siete faraones reales. Basada en los antiguos archivos, la lista real de Abidos omite descaradamente a los faraones hicsos, a Hatshepsut y a los faraones de Amarna hasta llegar a los Ramésidas. Esta estrategia le servía para consolidar su figura en la realeza llegando a relacionarse dinásticamente con el mismísimo Menes o Narmer.
Por último, arquitectónicamente hablando, habría que resaltar su tumba real en el Valle de los Reyes, la KV17. Construyó la tumba más larga y profunda hasta la fecha, y por si no fuese suficiente, la decoró por completo, algo inaudito hasta ese momento. Pero por encima de todo esto, su tumba destacó por la decoración del techo abovedado de su cámara mortuoria.
En el aspecto militar, Seti era consciente de que el poderío del ejército egipcio no era ya tan temido como lo había sido en otras épocas y esto se debía a las continuas derrotas que habían sufrido durante los reinados de Akhenaton y Tutankhamon. Como militar, era consciente de que para mantener la seguridad y estabilidad del reino debía hacer una demostración de fuerza que asegurara que sus enemigos se pensasen dos veces el atacar las fronteras de Egipto.
Comenzó los ataques a una serie de objetivos estratégicos, comenzando por los beduinos del norte del Sinaí para mantener el control y la seguridad de las rutas comerciales. Conquistó la fortaleza de Chel, en el extremo de la ruta de Horus, manteniendo libres los puntos fortificados para su ejército. A continuación, se dirigió hacia Canaán para recuperar el control de las ciudades fortificadas de Beth-Shan y Yenoam, para dirigirse finalmente al Líbano donde obtuvo otra victoria.
En todos los combates estuvo presente el faraón para dar una imagen nueva en vistas de la política exterior. Buscaba que el resto de territorios se percatasen del cambio que estaba sufriendo Egipto, con un poderoso faraón al frente de sus ejércitos, no un asustado niño en el trono. Era una estrategia de imagen y publicidad ya necesaria en esa época, pues si bien las victorias conseguidas eran necesarias, no habían sido más que escaramuzas.
Llegados a este punto, Seti sentía la necesidad de colocar de nuevo a Egipto en el panorama nacional y fijó sus objetivos en Amurru y Qadesh. Esta última tardó apenas un año en ser conquistada desde la caída de Yenoam. Seti quiso dejar constancia de esto en una enorme inscripción en la ciudad, más cuando el ejército continuó su camino, la ciudad de Qadesh volvió a alinearse del lado de los hititas.
La victoria sobre Amurru contribuyó a aumentar el prestigio de Egipto en el ámbito internacional, y contrariamente a lo ocurrido con Qadesh, esta se mantuvo fiel a Egipto. Hititas y egipcios volverían a enfrentarse perdiendo ambos la soberanía sobre estas dos ciudades y acordándose la frontera de Egipto al sur de Qadesh.
Hay que señalar en este punto a una figura de vital importancia que acabaría desapareciendo del panorama nacional. No es otra que la del militar conocido como Mehy, organizador del grupo y portador del abanico. Esta figura ocupaba un lugar diferencial en el ejército de Seti, y la mayoría de sus representaciones fueron borradas por el príncipe Ramsés para asegurar su posición, aunque aún es posible verle en el muro exterior norte de la sala hipóstila del templo de Karnak.
El motivo era obvio, la dinastía Ramésida se había iniciado con un general muy cercano al faraón, y este había elegido a su sucesor de la misma forma. Ramsés tenía miedo de perder su posible llegada al trono por la aparición de otro general, por lo que suplantó a Mehy en los relieves en que este aparecía junto al faraón Seti I. Lo acontecido con este hombre se ignora, acaba desapareciendo de los anales y su figura se pierde en la historia.
Sabemos que Seti I había establecido una corregencia con su hijo, el príncipe Ramsés que duró aproximadamente unos cinco años y tras la muerte del faraón, se coronó como Ramsés II. Este cambio de actitud y de idea en Seti I, que tenía en mente a Mehy como su sucesor, nos puede llevar a pensar en una conjura para acabar con su vida, o que desafortunadamente, falleciera en alguna batalla dejando el camino expedito al príncipe heredero.
La fecha de fallecimiento de Seti I está fijada en el 1279 a.C. con una edad de cuarenta años. Su momia es una de las mejores conservadas, al menos en lo que al rostro se refiere, pues su cuerpo sí que presenta síntomas de deterioro y fracturas post-mortem que se sospecha ocurrieron tras su traslado a un escondite en Deir el Bahari donde su momia fue depositada tras considerarse poco seguro el Valle de los Reyes. Curiosamente, la momia del faraón conservaba el corazón en el lado derecho del cuerpo, no se sabe si por error o por algún tipo de rito o ideología.
El descubrimiento de la tumba.
La tumba de Seti I fue hallada por el arqueólogo italiano Giovanni Belzoni el 16 de octubre de 1817 en el Valle de los Reyes. Su sarcófago es uno de los más bellos hallados hasta la fecha y su tumba muestra una decoración no vista hasta la fecha, siendo la primera enteramente decorada, no sólo la cámara sepulcral.
Descubierta de forma accidental, pues el propio Belzoni reconocía creer hallarse en la tumba de otro faraón, dejó registro escrito de su hallazgo, de forma que podemos leer las palabras textuales de su diario y ponernos en su piel ante tan enorme acontecimiento. A continuación, dejamos unas líneas principales de lo que redactó en ese momento:
“Me di cuenta inmediatamente debido a las pinturas del techo y los jeroglíficos en bajo relieve que se trataba de la entrada de una magnífica tumba. Al final de este pasillo me encontré con una escalera de veintitrés pies de longitud...Entré en otro pasillo...cuanto más veía más quería ver...; pero tuve que reprimir mi ansiedad ya que al final de este pasillo había un gran foso que me impidió avanzar...”
“Observé una pequeña abertura en el lado opuesto al foso, enfrente de la entrada...Cuando hubimos pasado a través de la pequeña abertura nos encontramos en una sala maravillosa...(con) cuatro columnas... Seguimos avanzando y entramos en una sala de grandes dimensiones... la llamé La Sala de las Columnas...”
La KV17 fue explorada por Belzoni en una decena de días, algo que sorprende a los arqueólogos modernos. Hay que tener en cuenta que Belzoni, pese a ser considerado un “arqueólogo” era más bien un caza tesoros profanador de tumbas con un buen patrocinador, Henry Salt, un cónsul británico. Pese a esto, no fue el primero en acceder a la tumba de Seti, sino que, para su desgracia, el lugar ya había sido saqueado con anterioridad.
La tumba de Seti I.
Adentrarse en la tumba de Seti I es hacerlo en una de las tumbas más bellas halladas hasta el día de hoy. Pintada casi por completo, incluidos pasillos y cámaras con un sinfín de motivos iconográficos, la tumba de este faraón estableció una serie de precedentes como vamos a ver a continuación.
Los dos primeros pasillos se decoraron con los textos de la letanía de Ra, invocando al dios solar a través de 75 nombres distintos. Además, en el segundo pasillo aparecen imágenes del Am Duat, hecho que reviste gran importancia porque hasta ese momento, estas escenas sólo eran representadas en la cámara funeraria. El foso de la tumba se decoró con imágenes del soberano frente a los diferentes dioses que lo recibían en la otra vida.
El libro de las Puertas es una colección de conjuros mágicos que tenían como objetivo permitir al difunto hacer frente a los demonios y poderes del Inframundo egipcio. Estos conjuros le permitían conocer el nombre de los guardianes de las puertas que le facilitaban el acceso sin el cual, su viaje quedaba detenido. Estos textos fueron hallados decorando tanto el sarcófago de Seti I como el recibidor de la sala de los cuatro pilares.
Tras esto se debían atravesar la sala de los dibujos que estaba inacabada, y después la sala de las bellezas que recibía este nombre por la belleza y precisión de sus dibujos. Por desgracia casi todo el color de esta sala se perdió debido a las malas técnicas utilizadas para documentarla tras su descubrimiento.
Por ultimo nos encontramos con la cámara sepulcral de Seti I, que se divide en dos, con una pequeña cámara situada a la derecha donde podemos ver la representación de la vaca celeste. En la cámara sepulcral podemos observar diversas escenas que van desde las incluidas en el Libro de los Muertos hasta unas nuevas imágenes que introdujo Seti I: la bóveda astronómica.
Para los antiguos egipcios el cielo nocturno se dividía en “decanas” o grupos de estrellas. El calendario egipcio estaba conformado por 36 decanas, que por primera vez aparecían representadas en una cámara sepulcral junto a algunas de las principales constelaciones que serviría como fuente posterior para el estudio de la astronomía en el antiguo Egipto.
Para saber mas:
- Auge y caída del antiguo Egipto. Toby Wilkinson.
-Historia del antiguo Egipto. Ian Shaw.
- Viajes por Egipto y Nubia. Giovanni Belzoni.
- La guerra en el Antiguo Egipto. Bridget Mcdermott.
- Viaje por el antiguo Egipto. Jean-Claude Golvin.
- Momias. La derrota de la muerte en el antiguo Egipto. José Miguel Parra Ortiz.
- El arte del antiguo Egipto. Kazimierz Michalowski.
- Lugares sagrados del antiguo Egipto. Lorna Oakes.
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