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Foto del escritorThot

La estela del sueño

Actualizado: 3 sept 2019

Situada al este de la meseta de Guiza nos encontramos con Harmakhis, “Horus en el Horizonte”. Tallada en la roca y con una altura de veinte metros por setenta de largo, la esfinge de Guiza fue construida posiblemente en el reinado del faraón Kefrén, aunque algunos estudios la consideran más antigua aún.


Durante el Reino Antiguo (2686-2181 a.C) era considerada como la guardiana de la necrópolis, aunque a partir de la XVIII dinastía se la empezó a identificar con Ra-Atum-Khepri, dios creador de Heliópolis. Fue en esta época cuando se creó la estela a la que hacemos referencia.


Según cuenta la estela, un día el joven príncipe Tutmosis IV volvía de una cacería sediento y cansado, y al no encontrar otro lugar, se echó a dormir a la sombra de la cabeza de la esfinge. Durante el sueño, la esfinge se dirigió al príncipe haciéndole saber que se estaba ahogando con la cantidad de arena que había a su alrededor y le prometió que, si la desenterraba, ella como muestra de gratitud lo convertiría en faraón de Egipto.


Nada más despertar de este sueño, el príncipe se dispuso a desenterrar la esfinge. Además de esto, amplió su templo con muros de adobe y con el tiempo se fueron creando más capillas alrededor pues el culto a esta figura se fue extendiendo por todo Egipto y los peregrinos viajaban desde los lugares más lejanos para venerarla. Entre las patas del animal se colocó la estela en la que Tutmosis IV narraba este episodio, aunque hay partes que se han perdido deterioradas por el paso del tiempo.


Desde ese momento, los faraones comenzaron a rendir homenaje a la esfinge, instaurando una nueva tradición: la entronización de un nuevo faraón debía acompañarse por la retirada de tierra en torno a la figura de la esfinge, acto que incluso el mismísimo emperador romano Nerón realizó como muestra de admiración.


Hay que tener en cuenta que Tutmosis IV en el momento de su sueño, era uno más de los numerosos hijos de Amenofis II, además de ser hijo de una esposa secundaria del faraón. Sus opciones de llegar al poder y suceder a su padre eran casi nulas, aunque en el momento en que el faraón murió todos los inmediatos sucesores habían fallecido dejando a Tutmosis IV vía libre al trono y cumpliéndose la promesa de esfinge:


“Mírame, contémplame, oh hijo mío, Tutmosis; yo soy tu padre, Horus en el Horizonte… Te daré la realeza sobre la tierra, a la cabeza de los vivos: portarás la corona blanca y la corona roja sobre el trono de Geb, el príncipe (de los dioses). La tierra te pertenecerá en toda su extensión, así como todo aquello que ilumina el ojo brillante del señor del Universo. Los alimentos provenientes del Doble País serán para ti, para ti también los grandes tributos de cada país extranjero, y una vida rica en años”.

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