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Foto del escritorThot

La maldición de la MOMIA



26 de noviembre de 1922. Ese fue el día en que se encontró la tumba del que sería el faraón mas conocido a nivel mundial y cuyo descubrimiento daría paso a una historia de ficción que llega hasta nuestros días. Nos referimos por supuesto a la maldición de Tutankhamon.


Con la apertura de la tumba, Lord Carnarvon, mecenas de la excavación, decide que será The Times el periódico oficial que informará al resto del mundo de los avances del descubrimiento. Esto no deja más opción al resto de periódicos que inventarse las noticias que desde Egipto volarán al resto del mundo en lugar de ir al periódico en busca de “primicias”. Hay un detalle que marcará sin duda el origen de la venganza del faraón y es sin duda la nota que envía la escritora de novelas gótica al World de Nueva York. En esta nota cuenta haber encontrado en un antiguo libro árabe una referencia que dice lo siguiente: “la muerte llegará aleteando a quien penetre en la tumba de un faraón”.


Y todo esto habría quedado en anécdota de no ser por la repentina muerte del mecenas de la excavación apenas unos días después de la apertura de la tumba. Se dice que, a su regreso a Asuán, Lord Carnarvon fue picado por un mosquito en el trayecto y al llegar a casa y afeitarse se cortó la zona infectada quedando gravemente enfermo y muriendo poco después, no sin antes sufrir una recaída cuando parecía recuperarse. Hay que tener en cuenta que este hombre tenía una salud muy frágil debido a un accidente de tráfico que le había afectado a los pulmones. Para añadir más misterio a la historia se cuenta que en el momento en que fallecía Lord Carnarvon la ciudad de El Cairo sufrió un repentino apagón, cosa que incluso hoy día sigue siendo de lo más frecuente pero que se atribuyó como otros sucesos a la maldición del faraón.


Cuenta el propio hijo del mecenas en una carta, que la misma noche de la muerte de su padre, su fox terrier le seguiría a la tumba, sentándose sobre sus dos patas traseras y cayendo muerta, como si hubiese notado la muerte de su amo y decidido acompañarle.

Poseía Howard Carter, arqueólogo de la excavación, un canario que se dice que fue atacado días después de descubrirse el primer escalón de la tumba y murió devorado por una cobra, lo cual fue visto por el campesino que presenció la escena como un mal presagio.


A estas muertes animales, que siempre se suman cuando se habla de víctimas de la maldición, hay que añadir la de dos de los hermanastros de Lord Carnarvon, que poco o nada tuvieron que ver en el descubrimiento o apertura de la tumba. Otro ejemplo es el egiptólogo George Bénédite, que se dice murió por visitar la tumba, aunque de hecho y como se sabe, ni siquiera llegó a acceder a ella pues su visita tuvo lugar en verano y se hallaba cerrada. Su muerte se debió más bien a su avanzada edad y su forzosa campaña anterior que afectó sobremanera a su malogrado cuerpo.


Hay que tener en cuenta que de todas las personas que pudieran tener alguna relación directa o indirecta con la tumba y que sufriese el más mínimo daño era añadido a la lista de fatalidades de la maldición faraónica y pese a todo, con la lista oficial de las personas que estuvieron presentes durante la apertura de la tumba, el desvendado de la momia y su posterior estudio, la gran mayoría fallecería superados los setenta años.


Realmente el mayor peligro al que se enfrentan egiptólogos y arqueólogos al acceder a una tumba es a los hongos que crecen en ella debido a las condiciones idóneas para su desarrollo y a la impureza del aire debido al cierra perpetuo durante tanto tiempo.

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